El sistema vial incaico, conocido también como el
QhapaqÑan, es tal vez la evidencia física más tangible de la consistencia y
magnitud del incario, y sin duda uno de los mayores logros de la América
indígena. Fue una extensa red caminera, calculada en aproximadamente 23 mil
kilómetros -aunque John Hyslop dice que podría registrar hasta 40 mil-
construida sobre uno de los territorios más abruptos del mundo y que sirvió
para el transporte, las comunicaciones y la administración del Estado más
importante de la historia precolonial americana.
Grandes vías trazadas de norte a sur recorrían tanto
la sierra como la costa de los Andes, y tramos más pequeños subían o bajaban
tanto a la costa del Pacífico como a la vertiente oriental de los Andes. Según
la topografía por donde discurría, el acceso a materiales de construcción, la disponibilidad
o no de mano de obra, el Camino Inca adquiere
diversas características a lo largo de su recorrer. En algunos casos era ancho
y en otro muy angosto; hay tramos completamente empedrados y otros simplemente
apisonados.
Machu Picchu, como todas
las ciudades importantes del Imperio, estaba conectado a Cusco, la capital, a
través del camino. Conocemos por lo menos dos accesos a la ciudadela, aunque
tal vez exista un tercero que bajaba por el valle del Urubamba desde
Ollantaytambo, y un cuarto que recorría la parte alta de la cordillera. Entre
estas rutas existía una red compleja de caminos secundarios que servía para
conectar los diversos asentamientos existentes en la región.
Lo que el día de hoy se conoce como el Camino Inca a
Machu Pichu es solo una parte de esta compleja red. Efectivamente, la vía que
describiremos, que sube por la cuenca del río Cusichaca a la ciudadela, es
parte de una serie de vías que existen en la zona. El turismo lo ha bautizado
comoCamino Inca por
que el nombre vende y resulta ser el ideal para el visitante: es el más bello
de todos por la complementariedad de paisajes y sitios que se aprecian y puede
recorrerse en tres o cuatro días, ya que está perfectamente planificado.
El Camino Inca a Machu Picchu, como hemos dicho, es un fragmento de un complejo sistema vial que permitía articular una serie de lugares productivos con centros de almacenaje y de toma de decisiones. Se ubicó en la ceja de selva del Cusco, con condiciones medioambientales muy características que permitían la producción de alimentos muy específicos. Desde la zona de Machu Picchu se habría abastecido al Estado con un excedente que se redistribuía hacia otras regiones con zonas ecológicas diferentes. Eso significa que el Camino Inca articulaba Machu Picchu con la capital, y desde ella, a través de una gran red, con el resto de las provincias.
El Camino Inca a Machu Picchu, como hemos dicho, es un fragmento de un complejo sistema vial que permitía articular una serie de lugares productivos con centros de almacenaje y de toma de decisiones. Se ubicó en la ceja de selva del Cusco, con condiciones medioambientales muy características que permitían la producción de alimentos muy específicos. Desde la zona de Machu Picchu se habría abastecido al Estado con un excedente que se redistribuía hacia otras regiones con zonas ecológicas diferentes. Eso significa que el Camino Inca articulaba Machu Picchu con la capital, y desde ella, a través de una gran red, con el resto de las provincias.
Por otro lado, la gran red del camino inca o
QhapaqÑan tenía tres grandes propósitos. El primero era mantener comunicado un
territorio muy vasto, lo que permitía, por ejemplo, mover de un lugar a otro un
ejército con suma rapidez. El segundo era el de ser un articulador económico,
pues así como existía la noción de redistribución, los andinos adoptaron
también el concepto de complementariedad: tal como el maíz o la coca de Machu Picchu llegaba
a Huánuco vía Cusco, en Huánuco se acopiaba el excedente de producción de papa
y se redistribuía en otras localidades, como Machu Picchu. El tercero
lindaba más con el aspecto ideológico: el camino como el reflejo, como la
presencia del poder central en el Imperio. En una famosa entrevista que hizo el
visitador (cuál) a los yachas de Huánuco, en 1562, le preguntó a un poblador de
la periferia: “¿Has estado en Cusco?”. Y él respondió: “Sí, yo conozco Cusco
porque he visto el camino”. Es decir, el camino como ideología también se
plasmaba en mecanismo de articulación. El Camino Inca articulaba
la complementariedad esencial del pensamiento andino, desde la económica hasta
la ideológica.
El aspecto ritual, religioso, de culto, envolvía y cruzaba los tres objetivos planteados. Este camino, que es el aparato de comunicación y movilización por excelencia, el de articulación y complementaridad económica fundamental y el de divulgación ideológica necesaria para el sostenimiento del Estado, pasa por lugares, desemboca y atraviesa la plaza principal de los poblados del Imperio y de ahí vuelve a salir para continuar su trazo, y desfila por delante de las plataformas ceremoniales. Además, el Camino Inca pasa también por fuentes de agua, elemento fundamental de la vida conocido muy bien por los incas y que poseía tanto una función estrictamente física como una función ideológica: la benevolencia de la naturaleza y la reproducción de la vida.
Sin duda, existe una gran diferencia entre acceder
a Machu Picchu en
tren y en bus por Aguas Calientes y hacerlo a pie por el Camino Inca. Sin embargo,
es imposible que todo el flujo de turismo que en la actualidad se da por Aguas
Calientes sea canalizado por el camino, ya que lo destruiría. No obstante,
pueden encontrarse alternativas para entender la lógica del Camino Inca, como
ascender a Intipunku, el gran acceso histórico a la ciudadela. Existen muchas
variantes para brindar un servicio más completo y un entendimiento más fiel a
la visión con que fue concebido ese vasto complejo que es Machu Picchu. El grueso
de información sobre el Camino Inca, el hecho,
incluso, de que en realidad sea un pequeño ramal del conjunto de la red vial
que constituye el QhapaqÑan, no es hasta ahora de dominio público, a pesar de
ser el mayor atractivo turístico del país y uno de los mayores del mundo. Obviamente,
la ciudadela misma es tan impresionante que el turista se va, por lo general,
satisfecho, pero se va con una visión parcial de lo que es Machu Picchu y con
más preguntas que respuestas en su cabeza.
A nivel mundial se viene dando un cambio
sustantivo en la actitud de los turistas ante los destinos que visita. De un
interés que implica simplemente conocer nuevos lugares, el turista busca ahora
conocer más cercanamente a la gente que construyó esos lugares, así como a la
gente que en la actualidad vive en sus entornos. Esta nueva actitud se acerca
más a la función de la arqueología en general, que es transformar la evidencia
material en hechos históricos, convertir un dato arqueológico en una
experiencia histórica. En otras palabras, tanto la arqueología como el turismo
se acercan a un mismo objetivo: aprender de nuestra historia. La puesta en
valor y la difusión del gran Camino
Inca es
parte de esta gran tarea.
La apuesta empresarial - José Koechlin
Llegué a Machu Picchu en
1976. En ese entonces la estación del tren se encontraba en Puente Ruinas,
junto al mercado artesanal -en realidad, un conjunto de tablas de madera
apostadas en la ladera de la montaña. Con el tiempo se demostró que esto era un
peligro; el cerro estaba compuesto de diaclasas, grandes bloques de rocas que
cayeron tras una tormenta y destrozaron la tornamesa de la estación. Incluso el
punto donde el autobús daba la vuelta para conducir a los escasos visitantes a
la ciudadela desapareció por completo. Por suerte, las rocas que cayeron sobre
el mercado no causaron pérdidas humanas. Desde entonces, los comerciantes
evitaban dejar la mercadería en sus puestos y todos los días caminaban poco más
de un kilómetro y medio por la vía férrea con su carga a cuestas hasta el hasta
el pequeño pueblo de Aguas Calientes, donde estaba el hotel Los
Caminantes.
Por esa época el pueblo era muy chico y precario. Estaba construido de madera y lo habitaban cerca de 70 familias. Interesados en el potencial e la zona para el turismo, encontramos que el pueblo de Machu Picchu era un distrito, creado en 1941, e inmediatamente decidimos hacer un plan de reordenamiento urbano, zonificación y vías. También compramos terrenos tras un largo proceso, y varios rechazos, a dos adjudicatarios de la reforma agraria, y al Estado el terreno entre el riachuelo Aguas Calientes y la quebrada Alcamayo.
Una vez que estuvo consolidado el concepto de desarrollo urbano, diseñamos dentro de los terrenos adquiridos un colegio, la cancha de fútbol, viviendas y la estación de tren. Cuando todo estuvo acordado, nos reunimos con el alcalde del pueblo y con Daniel Estrada, alcalde de Cusco y convenimos que si el pueblo aceptaba la construcción de la estación ferroviaria, entonces donaríamos el terreno, y así sucedió. Incluso para darle acceso al tren partimos nuestra propiedad, razón por la cual tenemos fincas separadas por los rieles.
La construcción del siguiente paso, el camino de acceso a Machu Picchu desde Puente Ruinas, tomó cerca de ocho años. Una pieza clave en esta gestión fue el entonces ministro de Economía, César Vásquez Bazán, que visitó la ciudadela y tras una larga conversación decidió poner de sus fondos privados para la construcción de la vía.
Por esa época el pueblo era muy chico y precario. Estaba construido de madera y lo habitaban cerca de 70 familias. Interesados en el potencial e la zona para el turismo, encontramos que el pueblo de Machu Picchu era un distrito, creado en 1941, e inmediatamente decidimos hacer un plan de reordenamiento urbano, zonificación y vías. También compramos terrenos tras un largo proceso, y varios rechazos, a dos adjudicatarios de la reforma agraria, y al Estado el terreno entre el riachuelo Aguas Calientes y la quebrada Alcamayo.
Una vez que estuvo consolidado el concepto de desarrollo urbano, diseñamos dentro de los terrenos adquiridos un colegio, la cancha de fútbol, viviendas y la estación de tren. Cuando todo estuvo acordado, nos reunimos con el alcalde del pueblo y con Daniel Estrada, alcalde de Cusco y convenimos que si el pueblo aceptaba la construcción de la estación ferroviaria, entonces donaríamos el terreno, y así sucedió. Incluso para darle acceso al tren partimos nuestra propiedad, razón por la cual tenemos fincas separadas por los rieles.
La construcción del siguiente paso, el camino de acceso a Machu Picchu desde Puente Ruinas, tomó cerca de ocho años. Una pieza clave en esta gestión fue el entonces ministro de Economía, César Vásquez Bazán, que visitó la ciudadela y tras una larga conversación decidió poner de sus fondos privados para la construcción de la vía.
Por último y tras trece años activos de trámites burocráticos logramos abrir el Machu PicchuPueblo Hotel, en 1991. Hoy, a pesar de un desarrollo desordenado, el pueblo de Machu Picchu no es la sombra de lo que vimos hace más de tres décadas. Y los planes de mejora continúan. Al escribir esta líneas, estamos finalizando las gestiones para que, con soporte del Banco Mundial y por medio del Proyecto Vilcanota, se mejoren las fachadas y techos del pueblo. Para ello estamos trabajando con una de las más prestigiosas escuelas de arquitectura del mundo y con la Universidad Católica, de Lima. Otros temas pendientes son el manejo de la basura, el desagüe, los aceites de buses o restaurantes que se descargan al río, entre otros. Estamos insistiendo con el Ministerio de Turismo para que se invierta más en la gestión urbana de Machu Picchu.
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